LIBRO BLANCO
El Libro Blanco de la Profesión Docente
y el Entorno Escolar escrito por José Antonio Marina, Carmen Pellicer y Jesús
Manso, recoge una serie de propuestas para diseñar la organización de los
centros escolares españoles y la tarea de los docentes.
En mi caso he tenido que analizar
la décima propuesta, la cual he titulado “Evaluación integral del educador”. En
ella se proponen una serie de medidas que ayudarían a controlar el trabajo del docente
una vez comience su trabajo en un centro de manera continuada y periódica.
Entre ellas encuentro medidas con
las que estoy totalmente de acuerdo y otras que reformularía o incluso
eliminaría.
Si nos fijamos en la medida b),
consiste en analizar el progreso de los alumnos en la asignatura impartida por
el profesor en concreto. Esta medida podría llevarse a cabo solamente para los
profesores con plaza fija que acompañen a los mismos alumnos varios años, y no
para los interinos, que en su mayoría estarán apenas un año.
En cuanto a la medida c),
observar al docente mientras imparte las clases por parte de un tercero ajeno
al centro no me parece una medida correcta. Sí complementaria a las demás, pero
no suficiente. Si el docente sabe que le están evaluando en ese momento,
cambiará su actitud a la hora de impartir la clase e incluso podría haber una
negociación previa del profesor con los alumnos.
Una medida con la que estoy muy
de acuerdo es la e), la evaluación del profesor mediante la opinión de los
alumnos. En mis años como alumna (que aún continúan) siempre agradecí que se
nos permitiese dar una valoración personal a un profesor, al fin y al cabo, es en
los alumnos donde repercute el trabajo de éste. Considero que una de las
opiniones más válidas son las de ellos y, en la mayoría de los casos, las menos
escuchadas.
Otra de las medidas que me parece
muy acertada es la f), analizar la relación del docente con los padres o
tutores de sus alumnos. Opino que para que se produzca un correcto aprendizaje
por parte del alumno, necesita haber una coordinación padre-docente, por lo
que, si estamos ante un profesor que mantiene activa esa relación, seguramente
nos muestre el esfuerzo que se está haciendo porque sus alumnos progresen.
La última medida, la h)
evaluación por parte del claustro, no me parece muy acertada del todo tampoco
debido a que en esas evaluaciones pueden jugarse muchos intereses que pueden
perjudicar o favorecer a un docente de manera injusta.
Por último, estoy de acuerdo con
que los mejores profesores vayan a los grupos con alumnos más difíciles, pero
¿quiénes son los mejores profesores en este caso? Para mí son los más motivados,
los que más ganas le ponen, los que tienen una paciencia infinita y un grado de
empatía enorme. Por eso, no considero que los profesores con más logros,
títulos y demás sean los más indicados para enfrentarse a esto. Por otro lado,
también discrepo, no todos los mejores profesores deben irse a los grupos
difíciles, sino también a los más brillantes y aprovechar así un potencial por
parte de los alumnos que quizás no fuesen capaces a sacar de la mano de otro
docente.
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